viernes, 4 de octubre de 2013

Optimizar la farmacoterapia, mejorar la adherencia y disminuir los problemas relacionados con los medicamentos



Enrique Gavilán es un médico de atención primaria que trabaja en Extremadura en el área sanitaria de Plasencia, Cáceres, donde ha sido técnico docente en una unidad de formación sanitaria especializada. Él dice de él que es un ser imperfecto pero libre y "culo de mal asiento". Uno de sus temas en los que trabaja es sobre la medicación, la polimedicación y la adherencia terapéutica. Y nos ha escrito este post:

"El sistema sanitario asiste cada vez a más personas, cada vez de mayor edad, con mayor nivel de complejidad, mayor comorbilidad, mayor cronicidad, mayor discapacidad y menor grado de autonomía. Y lo hace (lo hacemos) con cada vez más fármacos, más respuestas tecnológicas y mirando menos a los ojos, y más a los euros y a los ordenadores. El resultado es que cada vez hay en el planeta más personas que toman demasiados medicamentos, estén éstos prescritos adecuadamente o no: es lo que llamamos "polimedicación". Ese es el escenario hacia el que nos movemos, nos guste o no. Y el avance de la ciencia médica, lejos de ayudar a solucionar el problema, parece contribuir a agravarlo cada vez más...


Pero, no nos engañemos: el medicamento tiene una función social ineludible. Más allá de su efecto terapéutico, desde mucho antes de Arthur Barsky (http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/6870436) sabemos que es un objeto con una simbología extraordinaria dentro del contexto de la relación clínica. Al extender una receta no estamos sólo "mandando", ordenando (¡aunque hacemos como nadie eso de ordenar!); tampoco lo que se prescribe es sólo un fármaco, con propiedades farmacológicas y farmacocinéticas, que interacciona con otros y que está llamado a producir un efecto concreto sobre dianas biológicas. Cuando un médico extiende una receta puede estar también dando a entender al paciente que está a su lado, que entiende su sufrimiento, que tiene en cuenta su biografía. Es una forma de abrir una puerta a la esperanza, puede tomarse como una invitación a acompañarlo en el devenir de la vida, o como un vale descuento que mitigue los efectos de una crisis cruel que se ceba con los más débiles. Son cosas que forman parte de una relación entre personas, una que conoce su cuerpo y su mente mejor que nadie en el mundo y que sabe cuando falla y porqué y cómo lo hace, y otra que convive a diario con los sinsabores de sus pacientes a veces con la oreja y la mirada y un simple fonendo como únicas armas.


La polimedicación es un problema complejo, de raíces profundas y con complicidades diversas dentro y fuera del sistema sanitario. En cierta manera, podríamos considerarla como un subproducto del desarrollo, un efecto colateral de las sociedades de consumo. Cualquier aproximación al tema tropieza con múltiples problemas, lo cual hace que se haya convertido en un desafío para los sistemas sanitarios, no sólo por la amenaza para la sostenibilidad que supone, sino por las graves consecuencias que tiene para la salud pública global.


En los últimos años se han propuesto decenas de diferentes intervenciones en busca de soluciones a la polimedicación. Desde las políticas de salud a medidas "a pie de trinchera", pasando por programas y decisiones gerenciales (http://www.slideshare.net/egavilan/de-la-polimedicacin-a-la-deprescripcin-parte-2-intervenciones). Todas ellas han aportado cosas, han puesto muchos recursos sobre la mesa, muchas ilusiones, mucho trabajo bienintencionado, pero la mayoría de ellas han obviado los aspectos sociales y relacionales del fármaco y la capacidad del contexto clínico para explicar y mejorar la respuesta a la medicación. Lo que han demostrado todas estas intervenciones es que pueden mejorar ciertos parámetros: se toman mejor los fármacos y de una forma más acorde con los consejos médicos, se prescinde de los supuestamente innecesarios y se reducen los que pueden tener más riesgo de producir problemas, se ahorra dinero, da trabajo a mucha gente, etc. Pero no sabemos si todo esto conduce a más salud. Y sobre todo: no sabemos si a los pocos meses la gente se aburrirá más de los que quieren controlar los fármacos que toman o que dejen de tomar que de los propios médicos que se los receten...


Optimizar la farmacoterapia, mejorar la adherencia, disminuir los problemas relacionados con los medicamentos, son objetivos deseables y necesarios, sí. Pero no más que preservar las condiciones que hagan posible que el paciente se sienta libre en una relación de confianza con su médico y donde se considere también la dimensión social del medicamento."