jueves, 19 de mayo de 2016

Viajando con diálisis. Capítulo 7

Y la recompensa al final del camino llegó. José María disfrutó de la satisfacción de un sueño cumplido en una plaza engalanada al estilo medieval, y en una Catedral que tenía una bonita sorpresa esperándole. ¿Acompañamos a nuestro amigo en esta última etapa?

Hola de nuevo. Última etapa del camino. Ya se acaba. Empezamos a caminar y está muy concurrido. Mañana soleada, y después de 3 Km., desayunamos y seguimos.

José María preparado para la etapa final.
Al poco de desayunar, subimos una pendiente que parecía que no tenía fin, aunque despacito se llega a todos lados. Rodeamos el aeropuerto de Santiago, y aquí decido quedarme en el aeropuerto, pues eran las 11, y tenía que estar en la diálisis a las 13:00 y no sé dónde podría estar la siguiente parada de bus, así que prefiero asegurar.

Llegué a la policlínica sobre las 12:30, y me recibió una enfermera que me indicó que ese turno de diálisis estaba completo, pero que en la planta superior hay otra sala de hemodiálisis, y que la tenían preparada para mí y otra señora.

Antes de la sala hay un hall de espera con taquillas y un baño y después otra puerta que da acceso a la sala. Me contactan y me informan de que no dan comidas pero me ofrece algo de beber.

Todo va genial, y cuando me desconectan, me salgo de la sala, agarro mi mochila y entro en el baño para volver a colocarme las botas.

Cuando salgo del baño al hall, y voy a acceder al pasillo del hospital, veo que han cerrado la puerta… (Noooooo).

Pienso que demasiado bien estaba yendo el día aunque menos mal que no habían cerrado la puerta de la sala, así que entré, busqué el teléfono y, como normalmente tienen una hoja con los directorios telefónicos internos del hospital, la encontré y llamé a la otra sala de diálisis.

El auxiliar subió corriendo y me abrió la puerta. Se disculpó varias veces, pero yo le exigí enérgicamente la hoja de reclamaciones hasta que me entró sentimiento y le dije que era una broma, que no había ningún tipo de problema, que era algo normal en mi vida.

Cuando eran las 5 de la tarde, llamé a mis compis y me estaban esperando junto al hotel que habíamos reservado en el centro, cerca de la plaza del Obradoiro, para entrar los cuatro juntos a la plaza. Fue todo un detalle que me sorprendió muchísimo.

POR FIN. Lo conseguí. Lo logramos. Nos hicimos no sé cuántas fotos en la plaza y accedimos a la catedral. Le pasamos la mano a la figura del apóstol Santiago, y nos sentamos en un lateral en primera fila.

José María delante de la Catedral de Santiago.

Al poco se sentó a mi lado una señora mayor que me indicó que yo estaba en su sitio. La suerte fue que sacaron el botafumeiro, y la señora me informó de que si lo habían sacado era porque alguien había pagado para que lo sacaran. Y efectivamente, el cura indicó que en la misa estaba una congregación norteamericana cristiana, gracias a la cual, teníamos el placer de ver el botafumeiro que, para colmo, volaba justo por el lado donde estábamos ubicados. No pude imaginar mejor broche final para la gesta que acababa de conseguir.

Era viernes, y ese fin de semana había en el centro un mercado medieval así que disfrutando de todo el jolgorio de las calles, recogimos “la compostelana” que es un certificado de que has realizado el camino, lo que demuestras sellando una cartilla por distintos establecimientos durante el recorrido.

 Y, como broche, esa noche salimos a cenar con los peregrinos que fuimos conociendo durante el camino.


En fin, pensáis que ya se acabó, ¿verdad? Pues todavía no he llegado al sur. Aún queda alguna que otra odisea, ya veréis.

Por José María Prieto. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Viajando con diálisis. Capítulo 6.

Nuestro compañero José María consigue hacer en esta nueva etapa un recorrido de 32 kilómetros. Todo un campeón que recibe ánimos y muestras de admiración de parte de sus compañeros por su gran esfuerzo. ¿Lo acompañamos en su recorrido por Arzúa y Pedrouzo? 

José María durante el camino con sus compañeros
Hola! Un nuevo día, y vamos por el 5º caminando. Ya he cogido el ritmo y me encuentro muy bien, así que empezamos a caminar sobre las 7:30 horas.

Hace una mañana preciosa, con nubes que ocultan el sol, por lo que el caminar se hace más llevadero. Paramos a desayunar después de unos 4 km., y proseguimos disfrutando de un paisaje espectacular y conversando con otros peregrinos.

Mi historia ya va corriendo como la pólvora y casi todos  me van dando ánimos y expresando su alegría por lo que estoy intentando realizar.

Después de 13 Km. por un tramo de constantes subidas y bajadas, llego a Arzúa (qué quesos, por Dios!), donde recibo otro baño de gloria por parte de mis compis y todos los peregrinos que se encuentran en la terraza del bar.

Todavía no es mediodía, y como me encuentro muy bien de fuerzas, decidimos hacer otros 20 Km. hasta Pedrouzo, así que reservamos en un hostal (no es fácil, pues es la antesala de Santiago de Compostela, y confluyen la mayoría de peregrinos), y seguimos la etapa.

Después de una hora sale el sol y, al rato, subiendo una cuesta por una carretera, me entró una "pájara del quince", y, estando a punto de tirar la toalla y llamar a un taxi, veo, más adelante, que el camino entra a un bosque lleno de árboles, CON SOMBRA, y me doy un achuchón y entro por la arboleda.

Gracias a su sombra y una gratificante brisa, consigo llegar al bar donde me esperan mis compis, y nos comemos un bocadillo de bacon (sé que no es nada recomendable para mí, pero mi cuerpo pedía energía, y me permití este capricho), y un huesito (un capricho más grande).

Empezamos de nuevo a caminar, y yo me quedé más atrás que mis compis. Caminé unos 2 km. con una señora que venía caminando desde los Pirineos (28 días), cosa que me animó bastante, que junto a esa energía del almuerzo, empezó a hacer efecto, y cogí una velocidad ¡Cualquiera paraba al expreso! Iba como un cohete, Atisbé a lo lejos a Virgi y Xabi, y, cuando me di cuenta, pasé entre los 2 como un rayo.   A los 10 minutos conseguí llegar hasta Javi, y, ahí comenzó la pugna del macho alfa. Los dos, juntitos, por una cuesta abajo, a ver quién iba más rápido (vaya par de dos!).Ya paramos 1 km. antes de la oficina de información, donde teníamos todos los datos del hostal, y ahí sí, era como si dentro de la mochila llevara una vaca. Ufff! que bajón, después de 32 Km. de etapa.

Cuando llegaron a nosotros Virgi y Xab y obtuvimos la información del hostal resultó que el mismo se encontraba al final del pueblo, a 3 Km. y TODO cuesta arriba.

Se me hicieron más largos que los 32 Km. anteriores, “Madre mía!”. Y la peor tortura fue cruzar todo el pueblo viendo las terrazas llenas de peregrinos, duchaditos, con sus cervecitas fresquita, que incluso ni me enteraba de sus ánimos por haber llegado “ni ná”.

Pero después de una buena ducha, nos fuimos a cenar y ahí sí que me sentí recompensado y orgulloso de haber llegado, pues aunque tuve un mal rato, las risas que vivimos hacen olvidar muy, muy rápido todo obstáculo. Bien mereció la pena.

Y, en el siguiente capítulo, la tan ansiada llegada a Santiago. Pero, ¿creéis que ya no me ocurrirá nada más? Claro que sí! Jajaja. Me río por no llorar.

Por José María Prieto 

   

    

jueves, 5 de mayo de 2016

Viajando con diálisis. Capítulo 5.

Viajar con diálisis es posible, y así nos lo muestra cada semana José María Prieto. En este nuevo capítulo nuestro peregrino preferido nos relata su nueva parada en el camino para su sesión de diálisis, y la satisfacción de disfrutar de una buena cena junto a sus compañeros, tras el largo recorrido. 

Hola!. Este fue el día más madrugador hasta la fecha, pues resulta que, antes de las seis y media de la mañana, se levantaron los extranjeros con los que compartíamos la habitación del albergue y encendieron las luces, así que ya aprovechamos la situación y nos levantamos nosotros también.

Nos sorprendió la cantidad de peregrinos que íbamos saliendo de la aldea, casi una marabunta de luces (no había amanecido aún) de las linternas que llevábamos para alumbrar el camino, y además, estaba lloviznando. Fue el primer día que nos mojamos.

Teníamos que llegar a Palas de Rei antes de las 12:15 h., pues tenía que coger el autobús hacia Lugo, para ir a la diálisis y teníamos que recorrer unos 12 Km. hasta la estación.

José María Prieto junto a una escultura. 

Aunque no paraba de llover, yo estaba pasando algo de calor pues el poncho que estaba usando protegía de la lluvia pero no era transpirable. Después de caminar un rato paramos a desayunar en una venta muy peculiar, pues la dueña realiza esculturas y pinturas con las hormigas como tema central y fuera del bar tiene unas estatuas grandísimas y cuadros de ellas, muy interesante.

Llevamos muy buen ritmo y casi todo el recorrido transcurrió en el arcén de la carretera, hasta la antesala de Palas de Rei, que ya entras en un carril de tierra, y sobre las 11 ya había llegado a la estación de autobuses.  Allí, tomamos un refresco y mis compañeros prosiguen el camino hasta Melide, población a la que debo de llegar cuando acabe la diálisis.

Antes de partir hacia Lugo, me dirijo a una tienda y me preparan un bocadillo para almorzar en la clínica (te permiten llevar comida!)  porque si una cosa me da hambre, es la máquina, jaja.

Antes de la una ya estaba en Lugo y aproveché para pasear un rato por el centro pues es precioso.
La diálisis fue estupenda pero viendo que eran las 7 cuando me empezaron a desconectar, y el autobús hacia Melide salía a las 7 y media, les comenté al personal de la clínica que si me podían avisar a un taxi, para que estuviera en la puerta cuando saliera y accedieron sin problemas
Y como los pinchazos no terminaban de coagularse, para ganar tiempo, me dirigí al peso, y encima del mismo, se escapó la presión que estaba haciendo en uno de los pinchazos, y salió sangre y les puse bueno el peso y mi ropa (yo, en mi línea, para variar, jajaja).

Salí corriendo, y le comenté al taxista mi situación, y se implicó tanto que llegué a tiempo al bus.
Cuando llegué a Melide, me recibieron mis compañeros con vítores y aplausos, como un campeón. Después fuimos al albergue, una duchita y a cenar.

En Melide es muy famoso el pulpo, y en concreto el del restaurante Ezequiel, pero los del lugar nos comentan que hay un sitio mejor, A GARNACHA, y es donde nos dirigimos, y está ESPECTACULAR, disfrutamos de lo lindo.

Y así, nos fuimos a descansar, pues el siguiente día es el más largo que íbamos a caminar, hacia la antesala de Santiago de Compostela.

No os perdáis en el próximo el “EXPRESO” de San Pedro Alcántara a toda máquina.

Por José María Prieto