Mónica Moro (@monicamoro) es la encargada de ofrecernos hoy una reflexión pre-congreso Escuela de Pacientes, sobre los beneficios de la formación y la comunicación entre iguales, entre pacientes. Como nos recuerda Mónica en este post, es imposible que los profesionales de la salud sufran todos los trastornos, por lo que es fundamental la figura de otros pacientes durante el camino con una enfermedad crónica. ¡Gracias Mónica por querer acompañarnos!
Cuando estaba en la facultad de medicina pensaba que era imposible aprenderse los signos y síntomas de todos los trastornos y enfermedades que me iban explicando año tras año. Intentaba recordarlo todo, de arriba a abajo, de derecha a izquierda, de delante a atrás, vamos, pánico me daba olvidar aquel dato, aquel detalle que podía darme la pista para emitir el posible diagnóstico. Con el paso de los años he vuelto a pensar en todo ello y en que los médicos y profesionales de la salud no podemos sufrir ni padecer todos los trastornos que hemos estudiado, para los que damos consejos y tratamos.
Sí, como profesionales de la salud que somos, debemos seguir lo que artículos y demás evidencia científica recomiendan, pero… ¿Y el día a día de las pequeñas cosas? ¿Nos lo imaginamos? Yo diría que no, no se puede, pues no se vive "en carne propia", e incluso el profesional de la salud más humanista no puede convertirse en superpaciente de todo.
En 2010 escuché a Miguel Ángel Mañez explicar historias, historias de carne y hueso de personas que buscan soluciones a sus problemas y si las encuentran las comparten con otros.
Historias de chicas diabéticas que preparan su traje de novia para esconder su bomba de insulina ese día, el mejor día en la vida de muchas mujeres, un día tan especial que no debe ser diferente por ser diabética. Y ahora, en los tiempos sociales, además pueden explicarlo a otras mujeres que se encuentren en su misma situación y así compartir ese "conocimiento de paciente" poniéndolo a disposición de la comunidad. Y la comunidad interesada en salud en su más amplio sentido, profesionales, pacientes y organizaciones lo consume y quién sabe, igual hasta lo mejora por aquello de que muchos ojos ven más que dos y junt@s los pasos no sé si se dan más rápidos, pero seguro que son más largos.
Entonces llega aquel momento en el que queremos bautizarlo todo, traducimos lo que usan los americanos, buscamos en nuestro diccionario e incluso adaptamos palabras de otros ámbitos para acabar hablando de pacientes expertos, empoderados, corresponsables, comprometidos, etc. Pero a fin de cuentas, ¿De qué estamos hablando? De personas, personas que no se resignan a seguir sólo unos consejos aprendidos y repetidos, que seguro que son buenos, pero son en 3a persona. De personas que aprenden a convivir con su trastorno buscando actitudes positivas para mejorar esa obligada convivencia. Iniciativas como la Escuela de pacientes facilitan la gestión del conocimiento de tú a tú, o mejor aún, del tú al nosotros.
Por todo ello, en un viaje que a veces puede tener muchas curvas, es importante ir bien acompañad@s, de iguales y de profesionales caminando junt@s por un camino que otr@s much@s también recorrerán.
Cuando estaba en la facultad de medicina pensaba que era imposible aprenderse los signos y síntomas de todos los trastornos y enfermedades que me iban explicando año tras año. Intentaba recordarlo todo, de arriba a abajo, de derecha a izquierda, de delante a atrás, vamos, pánico me daba olvidar aquel dato, aquel detalle que podía darme la pista para emitir el posible diagnóstico. Con el paso de los años he vuelto a pensar en todo ello y en que los médicos y profesionales de la salud no podemos sufrir ni padecer todos los trastornos que hemos estudiado, para los que damos consejos y tratamos.
Sí, como profesionales de la salud que somos, debemos seguir lo que artículos y demás evidencia científica recomiendan, pero… ¿Y el día a día de las pequeñas cosas? ¿Nos lo imaginamos? Yo diría que no, no se puede, pues no se vive "en carne propia", e incluso el profesional de la salud más humanista no puede convertirse en superpaciente de todo.
En 2010 escuché a Miguel Ángel Mañez explicar historias, historias de carne y hueso de personas que buscan soluciones a sus problemas y si las encuentran las comparten con otros.
Historias de chicas diabéticas que preparan su traje de novia para esconder su bomba de insulina ese día, el mejor día en la vida de muchas mujeres, un día tan especial que no debe ser diferente por ser diabética. Y ahora, en los tiempos sociales, además pueden explicarlo a otras mujeres que se encuentren en su misma situación y así compartir ese "conocimiento de paciente" poniéndolo a disposición de la comunidad. Y la comunidad interesada en salud en su más amplio sentido, profesionales, pacientes y organizaciones lo consume y quién sabe, igual hasta lo mejora por aquello de que muchos ojos ven más que dos y junt@s los pasos no sé si se dan más rápidos, pero seguro que son más largos.
Entonces llega aquel momento en el que queremos bautizarlo todo, traducimos lo que usan los americanos, buscamos en nuestro diccionario e incluso adaptamos palabras de otros ámbitos para acabar hablando de pacientes expertos, empoderados, corresponsables, comprometidos, etc. Pero a fin de cuentas, ¿De qué estamos hablando? De personas, personas que no se resignan a seguir sólo unos consejos aprendidos y repetidos, que seguro que son buenos, pero son en 3a persona. De personas que aprenden a convivir con su trastorno buscando actitudes positivas para mejorar esa obligada convivencia. Iniciativas como la Escuela de pacientes facilitan la gestión del conocimiento de tú a tú, o mejor aún, del tú al nosotros.
Por todo ello, en un viaje que a veces puede tener muchas curvas, es importante ir bien acompañad@s, de iguales y de profesionales caminando junt@s por un camino que otr@s much@s también recorrerán.
Por Mónica Moro Mesa
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