ALZHEIMER NAVIDEÑO
Ande, ande, cogeré el
andador. Caminaré por los pasillos porque una pandereta suena. No, aquí no hay
chiquirritines. Todas las noches, son noches de paz, al llegar las nueve
apagan las luces y no, no suena
una campana sobre campana sino un
timbre que nos avisa que debemos acostarnos. Mis descolocadas neuronas no me
permiten recordar el dime niño de quien
eres al intentar identificar a mi nieto. En el taller de costura yo me
remendaré el traje y lavaré mi ropa en la lavandería como la Virgen. No sé
donde esta mi casa, soy incapaz de cumplir la máxima” ven a mi casa esta
Navidad” mi hogar es este Hospital de enfermos mentales en cuyo portal hay una
pecera donde observo a los peces, pero no, estos no beben del río. El niño Dios
para mí es el Doctor, aunque tenga el pelo blanco y muchos años me transmite
confianza. Esta noche es Nochebuena, vendrán los pastores, no llevaran chalecos
de borreguito, irán vestidos con impecables trajes blancos, son los enfermeros
y auxiliares y escucho la voz de los Reyes Magos, llegan tres voluntarios. Antes
de acostarme enciendo la única lamparilla de mi mesilla de noche, una botella
de agua sustituye a la bota ya que no me voy a emborrachar. Las tabletas son
medicinas, no turrones. Ya en mi cama sonrío tatareando al niño que está en la cuna.
Cogió el enorme
bolso del suelo, recogió las llaves, las pastillas y el móvil de la mesa y
cerró con esfuerzo la pesada puerta del piso. Mientras bajaba en el ascensor
observó su imagen en el espejo, llevaba su pañuelo favorito, el que le regaló
su hombre hace ya tantos años, y una sonrisa nostálgica la acompañó hasta la
planta baja.
Ya en la calle fue
recibida por la brisa templada que llegaba desde el mar, se dirigió hacia el
paseo marítimo, bajó con cuidado las empinadas escaleras de la playa y
descalzándose caminó hacia el Castillo de Santa Catalina sintiendo la arena
entre sus dedos y maravillándose, como cada día de sus sesenta y ocho años por
la belleza con la que se asomaba su Cádiz al infinito mar.
Desvió sus pasos por las estrechas
callejuelas, y respirando con dificultad, paró unos minutos para recuperar el
aliento antes de entrar en el edificio del Casino Gaditano.
En el interior se
encontraban sus tres hijas formando
corrillo y hablando con rostro serio, nada más verla una sonrisa iluminó sus
caras, lanzándose a saludarla con besos
y abrazos interminables.
.- ¡Mamá! ¿No se te
habrá ocurrido venir andando?- dijo Estrella con tono indignado- Es que no
puedo contigo…
.-Déjala que ella
sabe lo que hace- dijo su cariñosa y comprensiva hija Merche.
María, la mayor, la
miró seriamente con sus vivos ojos
brillando por las lágrimas, cogió su
mano y la condujo hacia el impresionante patio central, -mira Mamá han venido
todos…-
Entre las columnas
del patio, alrededor de una gran mesa dispuesta, se encontraban charlando o
correteando, según correspondía a la edad de cada uno, sus yernos y
nietos. Le encantó el aire festivo que se respiraba, algunos de ellos
llevaban meses sin verse y las voces y las risas llenaban de vida el antiguo
edificio.
A todos saludó y
abrazó, compartiendo anécdotas y novedades,
bebiendo el cariño y la vida que de todos ellos emanaba, y cuando, cerca ya de la medianoche, la
felicidad no pudo sedar ya el dolor,
dirigió una mirada cansada a sus hijas.
.- Mamá, ya es
tarde, nos despedimos y te llevo a casa, que me quedo a dormir contigo-dijo la
hija mayor levantándose.
.- No hace falta,
he quedado con tu hijo para que me lleve…
.- ¿Con Edu? Pues ha debido olvidársele porque ha venido
en moto… ¡Mamá!
Una sonrisa
traviesa se dibujó en su rostro al ver la mezcla de asombro y miedo que
aparecía en la cara de su hija.
-Qué quieres –le
dijo mientras la abrazaba- es el único
medio de transporte que aún no he utilizado…
Llegó a casa
agotada, se acostó con la ayuda de su nieto cayendo inmediatamente en un
profundo sueño - cortesía de la medicación- y soñó con su único amor. Sintió
cómo venía hacia ella, sintió cómo la abrazaba y besaba como
antaño, y la muerte le llegó con la
misma pasión y generosidad con la que había vivido.
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